Monday, November 3, 2014

La lectura crítica

Si uno está interesado en conocer el mensaje que un autor ha escrito en un texto, y no sólo el mensaje que uno, como lector, quisiera encontrar en ese mismo texto, entonces, como mínimo, uno no debe iniciar la lectura con el supuesto de que ya se conoce el mensaje escrito en tal texto. Es decir, una lectura que busca el mensaje original del autor debe tomar consideraciones especiales para distinguir, por un lado, lo escrito por el autor y, por otro lado, los supuestos propios del contexto cultural de uno mismo como lector. Esto ya es importante en la lectura de textos contemporáneos, cuánto más relevante es en la lectura de textos antiguos, como los textos de Eurípides o los textos del Nuevo Testamento cristiano. Por ejemplo, una de esas consideraciones especiales es identificar con claridad, de manera explícita, esos supuestos con los que uno inicia la lectura. De esa manera se podría mantener por separado lo que suponemos que dice el texto de lo que realmente está presente en el texto mismo. Dicha separación sirve, entre otras cosas, para formular cuestionamientos atinados y pertinentes sobre tales supuestos. Los cuestionamientos ayudarían a esclarecer cuál es la posible justificación de esos supuestos y así poder filtrar los supuestos infundados de los supuestos plausibles.

Por ejemplo, en la lectura de los evangelios del Nuevo Testamento, un lector reflexivo puede preguntar hasta qué punto es adecuado leer, digamos, Mateo, con los mismos supuestos que una lectura de Juan o de Marcos; por ejemplo, ese lector reflexivo puede desarrollar la pregunta sobre si el supuesto de la divinidad de Jesucristo en Juan es un supuesto válido para la lectura de Lucas; en otras palabras, hasta qué punto el autor de Lucas asume que sus lectores tienen ese supuesto.

Una lectura crítica incluye hacer distinciones pertinentes para analizar lo que ocurre en la interpretación de un texto, para identificar lo que está en el texto y lo que está sólo en el lector. El ejercicio literario puede servir para conocerse a uno mismo, para leerse a uno mismo, al reflexionar sobre las interpretaciones inmediatas propias ante una obra literaria, pues las interpretaciones inmediatas suelen decir más de quien interpreta que de lo interpretado. Sin embargo, si la lectura tiene la intención de no sólo conocerse a uno mismo sino, además, conocer lo escrito por el autor, entonces hace falta analizar más que la interpretación inmediata del texto. Las habilidades superiores de lectura juegan aquí un papel muy importante (ver Lectura para información y lectura para entendimiento). Leer sin práctica y sin destreza en esas habilidades puede derivar en una especie de autoengaño al asumir que se tiene acceso directo a lo escrito por el autor mientras que tan sólo hemos repetido lo que ya estaba en nosotros mismos antes de iniciar la lectura.

En suma, conviene a un lector reflexivo no asumir al inicio de una lectura que el mensaje del texto está claro y que posee de antemano el significado prístino de dicho texto. Justo lo contrario, conviene asumir que el mensaje del texto no está claro, y por eso se requiere iniciar una lectura crítica del mismo, cuantas veces sea necesario iniciar y reiniciar dicha lectura si lo buscado es lo escrito por el autor y no sólo la lectura de uno mismo. La lectura crítica es, principalmente, crítica de uno mismo.

O como dice Donaldo P. Macedo en el prefacio de La naturaleza política de la educación – Cultura, poder y liberación de Paulo Freire:

Uno de los temas centrales del trabajo de Paulo Freire es su insistencia en la necesidad de que los lectores asuman una actitud crítica al abordar un texto. Es decir, los lectores no deben simplemente aceptar lo que se dice de modo pasivo, sólo porque lo haya dicho el autor, sino que deben evaluar críticamente el texto. Los lectores deberían estar dispuestos a cuestionar y poner en duda lo que han leído.

Wednesday, October 8, 2014

Audiencia y evaluación teórica

Las contribuciones de los especialistas en ecdótica y en crítica histórica, decía, son variadas y en ocasiones no concluyen lo mismo para un mismo problema de investigación. Por ejemplo, ante la pregunta de cuál es el orden cronológico en el que fueron redactados los diálogos de Aristocles (Platón) o los libros del Nuevo Testamento o los textos de la Poética de Aristóteles, hay varias propuestas que han resultado de proyectos de indagación independientes entre sí o de proyectos interrelacionados. Las propuestas suelen agruparse por varios criterios según el método crítico utilizado, las presuposiciones iniciales, la tradición histórica de indagación, la gnoseología o teoría del conocimiento en particular que enmarca el proyecto, etc. La relevancia de estas aportaciones no puede ser juzgada sólo por la forma que tenga su conclusión particular sino por otros muchos factores que, en suma, representan un sistema de justificación para lo dicho en la conclusión.

En otras palabras, al decir algo sobre el pasado distante, inaccesible de manera directa, lo importante no es decirlo, pues cualquiera lo hace, sino demostrarlo.

La variedad de respuestas a preguntas del pasado, cada una con su propio sistema de justificación, es un indicio de lo difícil de la tarea. Simplemente no hay manera de saber nada del pasado distante con absoluta certeza pues ese pasado, como objeto de investigación histórica, sólo puede ser interpretado con los ojos del presente, por supuesto.

Asimismo, las aportaciones de los especialistas logran diferentes niveles de certeza o de confianza en sus conclusiones. Ninguno logra certeza absoluta, tan sólo aproximaciones. Una audiencia interesada suele tener una preparación científico-filosófica básica para entonces evaluar las diversas aproximaciones a un tema dado, y así evitar graves tropiezos de perversión interpretativa. De otro modo, sin esa preparación básica, aumenta el riesgo para un lector descuidado de sólo entender lo que sus supuestos ya le decían con anterioridad. Por ejemplo, la cuestión de la resurrección de Jesucristo ha sido investigada desde muchas perspectivas, y lo que pueda concluir una investigación histórico-crítica puede ser muy distinto de lo propuesto por una indagación teológica. Una audiencia informada sabría evaluar cada aportación por lo que es, sin pretender erróneamente que ambos esfuerzos investigan lo mismo.

Así que, si bien los especialistas hacen su trabajo de aproximarse a la verdad de una cuestión, otro trabajo no menos importante es aquel hecho por una audiencia, interesada en la realidad del asunto, para auto-cultivarse y así estar preparada para evaluar el trabajo de aquellos especialistas; pero evaluarlo por lo que es, y no por lo que no es dicho trabajo. Es decir, por ejemplo, una teoría teológica islámica sobre la resurrección de Jesucristo por supuesto que no sería lo mismo que una teoría teológica judía sobre la misma cuestión; así como una teoría histórico-crítica sería una aportación por completo distinta a una teoría católica neotomista, o a una teoría cristiana marcionista, o a una teoría protestante calvinista, o a una teoría cristiana ortodoxa, etc. Lo relevante es saber distinguir entre las formas de una teoría histórico-crítica y las formas de una teoría teológica, pues no son equivalentes ya que no intentan el mismo tipo de aproximación a la verdad de una cuestión.

Sunday, October 5, 2014

¿Qué aportan los especialistas?

En la ocasión anterior aludí a especialistas de la ecdótica o crítica textual o crítica menor, así como de la crítica mayor o crítica histórica, en relación a la lectura de textos, con especial relevancia en la lectura de textos antiguos, como el Nuevo Testamento cristiano. En esta ocasión me pregunto sobre este caso: ¿cuáles son las aportaciones de esos aludidos especialistas en relación al Nuevo Testamento?

¿Por qué el Nuevo Testamento en particular? Porque es un texto muy citado en soporte de todo tipo de opiniones, pero que con frecuencia la cita parece torcerle el brazo al texto para hacerle decir algo que no está ahí. Es decir, el Nuevo Testamento es un texto que suele quedar secuestrado por ideologías fanáticas de unos cuantos en detrimento de la libertad de conciencia de muchos. Intentar apropiarse de un texto antiguo para el uso exclusivo de una sola ideología del presente es deshonrar al texto mismo. Por mucho que les pese a no pocas instituciones religiosas, el Nuevo Testamento no le pertenece sólo al cristianismo, ni siquiera le pertenece sólo a la religión institucionalizada en general, sino a la cultura humana en su conjunto —aunque lo mismo se puede decir de otros textos igualmente secuestrados, como «El Capital» de Karl Marx o «La riqueza de las naciones», de Adam Smith.

Las aportaciones de los especialistas le importarán a quien tenga interés en el Nuevo Testamento por lo que es: un texto antiguo. De hecho, el Nuevo Testamento no es un solo texto, sino muchos textos escritos por autores diversos, en siglos diferentes y con mensajes discrepantes en no pocos casos. De especial importancia para el interesado será indagar sobre los procesos históricos en punga que llevaron a la confluencia del conjunto de textos antiguos que ahora conocemos como Nuevo Testamento.

Las aportaciones de los especialistas en ecdótica y en crítica histórica son sólo puntos de referencia hacia otro aspecto que resulta más pertinente para un individuo hoy ante el Nuevo Testamento: aprender a leer textos antiguos. La lectoescritura implica muchos tipos, grados y niveles de destreza: desde la más básica decodificación de los signos de la lengua nativa, pasando por la lectura de comprensión, la lectura crítica, hasta la lectura e interpretación sintópica de papiros o pergaminos en griego koiné, latín clásico, o alguna otra lengua del pasado distante. Han transcurrido más de 30 siglos de cultura textual articulada y hoy hay más medios que nunca para mejorar nuestra destreza lectoescritora, por lo cual un humano adulto hoy no debe tropezar pensando que un conjunto de manuscritos de entre 15 y 20 siglos de antigüedad y compuestos en griego koiné, como lo son el conjunto llamado Nuevo Testamento, representen un mensaje personal dirigido al individuo de hoy en particular; mucho menos si se trata tan sólo de una exégesis redactada en un idioma contemporáneo y basada en discrepantes copias de un original ya perdido en las arenas del tiempo, lo cual es el caso del Nuevo Testamento contenido en una Biblia adquirida en una librería cualquiera.

Las aportaciones de los especialistas son muy diversas y, por supuesto, no todos llegan a las mismas conclusiones, ni siquiera a conclusiones definitivas que apoyen un solo tipo de ortodoxia; por el contrario, muchas preguntas permanecen abiertas en relación a temas básicos del cristianismo, los debates entre especialistas siguen siendo actuales y más controvertidos que nunca. ¿Fue Jesucristo un personaje histórico o sólo parte de una narrativa mítica?, ¿fue Jesucristo divinizado por sus seguidores después de su muerte o fueron los escribas de final del siglo I quienes pusieron exageradas frases en boca de un mero personaje literario?

Las aportaciones de los especialistas conllevan no poco trabajo y dedicación, a eso se dedican para vivir, y de la calidad y del sustento de estas aportaciones depende su profesión y, por tanto, depende la manutención propia y familiar. No podrían mantenerse en su profesión si publicaran disparates injustificados. Es decir, hay muchas razones por las que tienen especial cuidado de publicar no meras opiniones dichas a la ligera sino información confiable justificada que pueda someterse a riguroso examen crítico. Ciertamente, alguien interesado en el Nuevo Testamento por lo que es debe aprender a ejercer ese tipo de examen sobre las aportaciones de los especialistas.

Pero entonces, ¿importan esas aportaciones o no importan? Eso seguiré preguntando en la siguiente ocasión.

Saturday, September 20, 2014

¿Para qué la ecdótica?

Una buena parte de la mentalidad propia está formada de ideas provenientes, en última instancia, de algún libro. Las tradiciones orales para difundir cultura, por supuesto, aún están presentes pero su alcance y efecto no son equiparables con lo proporcionado por las tradiciones textuales. Al analizar algún contenido del modo de pensar propio sería posible, en alguna medida, seguirle el rastro hasta su fuente primigenia: un conglomerado de expresiones difundidas por medio de libros y que, cual semilla cultural, habilitó el historial hermenéutico o interpretativo de ese contenido hasta el día de hoy. Esto es un poco más cierto en ese campo ya hegemónico llamado ‘cultura occidental’ que en otros campos culturales donde el concepto de ‘libro’ no cuenta con predominio.

El libro es un artefacto de técnica cultural; es decir, el libro es una herramienta de cultivo en la granja humana y como tal —como tecnología— no pertenece al ámbito del bien o del mal, ni al ámbito de lo cierto o falso, ni siquiera al ámbito de lo bello y de lo sublime, sino que pertenece a la aplicación o la práctica en esos ámbitos; es decir, no por estar escrito en un libro quiere decir que a fortiori sea algo bueno, cierto o bello.

Esto se hace relevante pues mucho de una ideología proviene de lo textual contenido en libros. A manera de ejemplo y de desarrollo de esto mismo, Olivier Reboul, en su texto Lenguaje e ideología, propone que una ideología aspira a imponerse sobre otras e inicia por el dominio del lenguaje, al confiscar y monopolizar las palabras:

«Por el lenguaje la ideología le ahorra al poder el recurso a la violencia, suspende el empleo de ésta, o la reduce al estado de amenaza, de implícita ultima ratio. Por el lenguaje, en fin, la ideología legitima la violencia cuando el poder tiene que recurrir a ella, haciéndola aparecer como derecho, como necesidad, como razón de Estado, en suma, disimulando su carácter de violencia.»

Así, en la debida proporción, la palabra ‘cristiano’ llega a tomarse como sinónimo de ‘bueno’ o de ‘amor’, o la palabra ‘escuela’ llega a tomarse como ‘educación’, mientras que hacerlo tan sólo es un efecto de la confiscación del lenguaje para propósitos ideológicos de algún poder que busca la hegemonía. Roberto Zavala Ruiz ofrece ejemplos históricos en su obra El libro y sus orillas:

«No otra cosa practicaron los frailes desde su llegada a las anchurosas y pródigas tierras de América. Si en el siglo XIV había sido la lengua de los mexicas la que se impuso con rapidez de imperio sobre las demás lenguas mesoamericanas, en el siglo XVI sería desplazada por el idioma de Castilla, por el habla de los dominadores peninsulares. El español había de ser el vehículo idóneo para difundir la religión y la cultura, aunque para cumplir este objetivo los religiosos tuvieran que aprender primero las lenguas de los naturales.»

Si lo textual en los libros se interpreta con descuido entonces uno queda expuesto a sólo entender lo que uno quisiera que el libro dijera, pero que quizá el autor nunca intentó decir. De ahí que la ecdótica o crítica textual o crítica menor, como disciplina filológica, sea un prerrequisito para una lectura crítica de libros; es decir, es necesario primero indagar cuáles palabras fueron realmente escritas para entonces intentar hacer una interpretación de esas palabras. Para una interpretación de mayor calado, además, se hace necesaria la crítica mayor o crítica histórica, la cual ayuda a formar una perspectiva histórica amplia del proceso literario y del contexto sociocultural alrededor del origen de un texto.

Por ejemplo, para mejorar las interpretaciones del Nuevo Testamento los especialistas, por hace ya siglos, han estado aplicando tanto la ecdótica como el método histórico-crítico a los textos neotestamentarios, y una amplia y diversa gama de proyectos hermenéuticos han ocurrido desde entonces hasta nuestros días. Cada proyecto ha buscado esclarecer algún aspecto particular de los textos y no tan sólo repetir lo ya antes dicho por otros; es decir, son proyectos de investigación rigurosa, requieren aportar algo de relevancia y de una manera que nunca haya sido aportada anteriormente; tanto es así que hoy los especialistas enfrentan una difícil tarea para encontrar un tema de estudio adecuado para un proyecto de investigación neotestamentaria, pues el Nuevo Testamento es el conjunto de libros más ampliamente investigado en la historia de la civilización occidental. Por lo cual, el interesado en entender el Nuevo Testamento de manera más amplia y provechosa, y no sólo bajo alguna perspectiva ideológica particular, debe saber que no puede ignorar las aportaciones hermenéuticas de muchos especialistas en el tema.

Tuesday, September 16, 2014

Lo escrito de origen

El último párrafo de la nota ¿Textos que hablan? alude a un considerable esfuerzo aún por hacer en cuanto a indagación en crítica textual. Por supuesto, eso aplica con especial énfasis para cualquiera de nosotros que, sin ser especialistas, tenemos interés en formarnos una conciencia más amplia de lo que implica tener algún contacto con textos antiguos o con textos fundacionales de cualquier disciplina; aun cuando ese contacto sea indirecto y se limite a comparar lo que publican los especialistas, es decir los que sí tienen acceso y contacto directo con manuscritos antiguos, o tienen los recursos para leer directamente aquellos textos fundacionales.

Tal esfuerzo no es otro que aquel requerido para indagar críticamente cualquier otro asunto de la realidad, y para intentar distinguir entre conocimiento y mera opinión. Tan sólo al declarar un interés por el ‘conocimiento’ en contraste con la ‘mera opinión’ ya queda implícito, como prerrequisito mínimo, el esfuerzo para adquirir familiaridad con la historia de la epistemología y de la gnoseología, así como con el cultivo de la curiosidad científica y del asombro filosófico. De otro modo, sin esa familiaridad, sin esa curiosidad y sin esa facultad de asombro, se explica muy bien por qué alguien pudiese albergar la opinión de que es estéril poner esfuerzo alguno en un asunto en donde ya todo está por completo determinado, finalizado y sobre el cual no hay nada nuevo por decir ni descubrir.

El ejercicio de la crítica textual se hace relevante en la medida en que nos preguntemos por lo escrito de origen sobre algún tema. Por ejemplo, ¿qué es lo que realmente fue dicho por Winston W. Royce, en 1972, sobre la efectividad de un proceso lineal para su modelo de producción de sistemas informáticos en su texto «Managing the development of large software systems». ¿Cuáles fueron realmente las palabras escritas por el o los autores de los textos que ahora se conocen como Nuevo Testamento? ¿Cuáles fueron las palabras de Lucrecio en su poema «De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas)» y cuáles han sido sus interpretaciones más disímiles a lo largo de los siglos? ¿Qué escribió realmente el sociólogo Max Weber en el texto «Economía y sociedad» y qué agregó Marianne Weber después de haber muerto su marido, y por qué lo hizo?

Sunday, September 14, 2014

Tradición oral y rigor

En una reciente conversación con un querido amigo surgió de su parte una cita bíblica, lo cual me hizo recordar lo que proponen algunos historiadores sobre ciertas peculiaridades de las tradiciones orales antes de convertirse en tradiciones textuales como parte del proceso de formación de lo que ahora conocemos como Nuevo Testamento. La cita era una contestación de Jesús en uno de sus diálogos con Poncio Pilato, pero la cita no era literal sino un parafraseo. Más tarde cotejé el griego koiné consensuado y también varias exégesis. El aludido diálogo entre Jesús y Poncio Pilato aparece en los cuatro evangelios, el diálogo conserva similitud en los sinópticos, pero en Juan es más extenso y es el único donde encontré algo como lo mencionado en nuestra conversación. En Juan 19:10 Pilato menciona que él tiene el poder para o liberarlo o condenarlo, y en Juan 19:11 Jesús contesta que si Pilato tiene alguna autoridad es porque se le otorgó de arriba. La contestación de Jesús citada por mi amigo fue: "Todo está dispuesto y no puedes cambiarlo.", lo cual resulta un parafraseo con muy grandes libertades. Nuestra conversación fue informal y no hay por qué exigir rigor alguno para citar con precisión, pero me pregunto en qué medida esa conversación podría contener algo de lo sucedido en las tradiciones orales antes que se redactaran los textos autógrafos en papiros y pergaminos hace más de dos milenios.

En filología, la disciplina llamada «crítica textual» está dedicada a la investigación de esas tradiciones textuales. Uno de sus objetivos es establecer cuál podría haber sido la redacción “original” de textos antiguos. Hay varios métodos para aproximarse a ese objetivo, uno de ellos es el método histórico-crítico, el cual aporta datos históricos para asistir a los exégetas en su ejercicio hermenéutico. Una de las teorías histórico-críticas con no poco soporte propone que todos los evangelios canónicos son textos anónimos, y que el cuarto evangelio canónico, el atribuido a un tal Juan, fue redactado cerca del fin del primer siglo (alrededor del año 90-95 EC); entre 60-65 años después de los supuestos acontecimientos en su narrativa. ¿No da mucho para pensar el que ese texto capturara más detalles del diálogo entre Jesús y Pilato en comparación con los tres evangelios sinópticos, siendo que estos quizá fueron redactados aproximadamente 25 años antes que aquel?

¿Textos que hablan?

¿Los textos “hablan” por sí mismos? Es decir, ¿un texto obliga alguna interpretación en específico o, más bien, permite diversidad interpretativa? Si el texto hablase, ¿quién habla cuando leo?, ¿con quién dialogo en la privacidad de mi mente mientras leo?

Según autores en neurociencias, así como no pocos filósofos de la mente, en la percepción no hay otro testigo excepto uno mismo: percibir es presenciar una serie de vívidas escenas mentales desde un graderío de un solo asistente. No hay manera asequible ni de saber ni de comunicar si el rojo que usted percibe es exacta y precisamente el mismo rojo que yo percibo, lo mismo con el dolor, el sabor y demás llamados qualia –cualidades subjetivas de la experiencia individual. Por supuesto, la ciencia experimental logra un tipo de objetividad basado en intersubjetividad, pero por ahora no hay manera de asir con firmeza una explicación objetiva de la cualidad de la sensación en la mente consciente. Por ejemplo, con experimentación es posible verificar que el ojo humano puede distinguir un gran número de tonos del mismo color, sin embargo no hay suficientes palabras para poder comunicarlos objetivamente. Por lo que no hay manera de evitar por completo lo inefable de nuestra percepción; es decir, lo incomunicable, y que en muchos casos es lo que realmente importa de manera personal.

Si la experiencia directa individual del aquí y del ahora conlleva aspectos relevantes e inexpresables, cuán mayor inefabilidad habría en la transmisión textual aún si el autor estuviese a lado nuestro mientras leemos para asistirnos en la interpretación; cuánto más si la composición del texto tiene décadas, siglos o milenios de haber ocurrido.

Leer un texto es leerse a uno mismo; como lo dice Marcel Proust: «cada lector, cuando lee, es el propio lector de sí mismo.» Por eso es tan relevante la lectura crítica, para hacer delicadas distinciones entre los aspectos subjetivos propios y los aspectos intersubjetivos externos a nuestra propia vida mental, para distinguir lo que sólo está en mí y lo que está afuera de mí, para distinguir una interpretación subjetiva, relevante e inefable y lo que son hechos intersubjetivos en forma de interpretaciones compartidas.

Hay muchos tipos de hechos intersubjetivos: hay hechos físicos, psicológicos, sociológicos, históricos, aun hechos religiosos y teológicos, así como hay hechos estéticos e incluso hechos místicos, etc. Lo importante es mantener en continua revisión los criterios que sustentan tales categorías, y evitar confundirlos entre sí de manera permanente. Un frecuentado ejemplo es el hecho físico, evidente a la percepción en la experiencia directa, de que la Tierra no está en movimiento ni gira alrededor del Sol; tal hecho fue una interpretación compartida por muchos en el pasado, pero de ser un hecho físico pasó a ser un hecho psicológico histórico (es decir, es un hecho histórico que mucha gente mantuvo esa mentalidad en épocas pasadas).

¿Quién o qué articula las palabras y los enunciados que leo en un texto? ¿No acaso en esa articulación ocurre una inherente y sutil cooperación entre autor, medio de transmisión y lector, tal que un desentono contextual menor o mayor puede causar interpretaciones diferentes? La lectura como proceso ocurre sobre el resbaladizo terreno de la comunicación humana. Por eso una lectura crítica implica no poco esfuerzo pues hay mucho por verificar antes de proponer una interpretación o exégesis de un texto; por supuesto, entre más tiempo y distancia cultural haya entre el autor y el lector más complejo y relevante se hace ese esfuerzo.

Hay mucho por indagar sobre ese esfuerzo de lectura crítica de textos, en la historia de la lectura hay no pocos ejemplos de un solo texto pero con gran variedad de interpretaciones, y de no menos complejidad en las consecuencias de dichas interpretaciones. Hay mucho por indagar sobre el importante papel que tiene la crítica textual en el ejercicio de la hermenéutica y la filología.

Sunday, August 31, 2014

El texto bíblico “original”

 

El realismo científico asume que sí hay un mundo real afuera de la mente del sujeto pensante, y que tal mundo está habitado no sólo por entidades naturales (descartando lo sobrenatural) sino sólo por entidades materiales concretas (descartando entidades abstractas e inmateriales). El realismo científico propone la posibilidad de conocer tal mundo exterior a la percepción humana. Dicho supuesto ha pautado notables aproximaciones al entendimiento de la realidad natural de ese mundo, pero una epistemología autoconsciente de los excesos por soberbia intelectual no deja de insistir en el carácter provisional de esas aproximaciones.

Asimismo, la crítica textual asume que, en alguna medida, es posible determinar el texto original de manuscritos antiguos, seculares o religiosos, pero con carácter aproximado, corregible y mutable con base en la evidencia disponible. Para el caso de manuscritos antiguos, tal evidencia consiste en fragmentos de los textos y copias de los mismos hechas durante el correr de los siglos.

La tarea del crítico textual, entonces, incluye examinar la evidencia disponible para luego sopesar la medida o la coherencia en que una aproximación propone un probable texto original. La dificultad fundamental, por supuesto, radica en sostener una conclusión cualquiera cuando no se tiene el texto original contra el cual contrastar cualquier propuesta —lo cual es el caso, por ejemplo, de todos los manuscritos del conjunto de textos del Nuevo Testamento; es decir, no se cuenta en la actualidad con ningún texto autógrafo (manuscrito original) de la biblia cristiana, todos se han perdido en las arenas del pasado.

El crítico textual del Nuevo Testamento tiene una enorme responsabilidad pues no pocas ideologías religiosas cristianas ponen a tal conjunto de textos como en un altar para hacerlo objeto de adoración y veneración con carácter de sagrado e inerrante; es decir, como si fuese fijo, incorregible e inmutable.

La responsabilidad del crítico textual neotestamentario incluye, además, una clara divulgación tanto de la relevancia de su tarea como de los conceptos básicos de la misma. Su responsabilidad resulta aún mayor cuando se contempla el apabullante analfabetismo histórico-religioso que impera en numerosas congregaciones cristianas que irónicamente se dicen ser bastiones del cristianismo pero que, en los hechos, resultan ser guardianes de la ignorancia y del fanatismo: henchidos de certezas, ultraconservadores de un supuesto monopolio del cristianismo.

El crítico textual neotestamentario tiene en sus manos la posibilidad de aportar a la edificación de cristianismos más incluyentes, menos temerosos de la otredad. Este crítico es uno de los profesionales de la filología quien más conciencia tiene de la ausencia de un único, preciso y unánime criterio para determinar lo que podría llamarse “un texto original” bíblico. El crítico textual neotestamentario investiga y hace públicos los datos fácticos de la realidad histórico-crítica de los textos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, que la redacción original parece haber ocurrido en griego, durante los años 60-70 para el caso de los textos canónicos más antiguos, y durante los años 85-95 para los canónicos posteriores; que los cuatro evangelios canónicos son de autores anónimos y que tales autores no sólo no eran pescadores o campesinos iletrados sino que contaban con una considerable formación literaria como para poder componer en griego koiné –griego helenístico–; y tantos otros hechos histórico-críticos que al ser ignorados dejan al cristiano fervoroso en una lamentable posición de mero entusiasmo analfabeta.

Los textos neotestamentarios antiguos contienen una gran variedad de conceptos útiles para un cristianismo actualizado, pero su realidad textual no justifica una sola interpretación “oficial” o institucional sino muchas y variadas interpretaciones, tantas como necesidades actuales y personales haya. La realidad textual de los libros del Nuevo Testamento ofrece un amplio espacio interpretativo, donde hay lugar para las interpretaciones de aquel interesado en lograr mejores y más incluyentes cristianismos.

Preguntémonos ahora juntos, amable lector, ¿por qué importa la crítica textual?

Tuesday, July 15, 2014

No mentir con el literalismo textual

Por fortuna, algunos teólogos contemporáneos sí hacen un intento por divulgar su trabajo con claridad. Por fortuna, algunos de ellos no son del corte fanático que pretende apropiarse de toda la verdad y de toda la razón para el exclusivo uso de algún partido religioso, sino que hacen estudios en religión comparada. Por fortuna hay teólogos como William Willimon, en las ramas del protestantismo, o Karen Armstrong, o Albert Biesinger, en las ramas del catolicismo, que divulgan perspectivas distintas a las propias de la primera infancia de no pocos de nosotros adultos.

Como algunos saben, uno de mis proyectos personales de indagación es desarrollar una teoría teológica liberal, libertaria y libertina, así que no reparo en consultar fuentes diversas. Hace algunos días, en la librería de la Parroquia Emperatriz de América, de corte católico conservador, me topé con este libro de Albert Biesinger, teólogo católico egresado de Tubinga y Friburgo, Alemania. En este libro, entre otros similares, se puede constatar la riqueza de teologías basadas en interpretaciones no literalistas de textos antiguos veterotestamentarios y neotestamentarios.

Thursday, July 10, 2014

¿Qué creemos leer?

Leer un texto y lograr una interpretación de lo que se lee. ¿Acaso eso es el resumen de un aspecto capital de los sistemas educativos en la cultura humana? La introducción a un tema, por ejemplo, religión o economía, suele consistir en familiarizarse con las interpretaciones más comunes que otros han hecho de algunos textos notables sobre tal tema. Esas interpretaciones comunes dan forma, en parte, a nuestras propias opiniones del tema en cuestión. Sin embargo, como parte del proceso de madurez de una persona, y en función de su madurez interpretativa, esas interpretaciones comunes suelen ser cuestionadas ante la luz de una indagación propia y una lectura directa de los textos fuente de las nociones prevalecientes.

La destreza en crítica textual, entonces, se hace muy relevante para ese proceso de maduración interpretativa; tanto más relevante cuando se han constatado las condiciones textuales de las obras consideradas fundacionales para algunas teorías religiosas o económicas –siguiendo con los mismos ejemplos.

Las condiciones textuales en las que nos llega el Nuevo Testamento, o en las que nos llega Economía y Sociedad, de Max Weber, no son condiciones como para justificar certezas interpretativas sino para ejercer la crítica textual individual. ¿Qué leemos en cada caso? Para el Nuevo Testamento, ¿leemos las palabras de una deidad o las palabras de un conglomerado de voces discordantes a lo largo de los siglos? Para Economía y Sociedad, ¿leemos las palabras de un erudito sociólogo o las palabras de Marianne Weber?

Sunday, June 1, 2014

¿Cristianismo puro?

Kip McKean sí sería un cristiano verdadero. También lo sería, por ejemplo, digamos, Douglas Jacoby o William Lane Craig o Billy Graham o Joseph Ratzinger, como también lo habrán sido Jim Jones o David Koresh. Por lo menos todos ellos afirman, o afirmaron, que lo son. Sin embargo, cada uno de ellos, a decir por sus doctrinas oficiales, podría juzgar al otro por no seguir tal o cual aspecto de un supuesto “cristianismo puro”, pero, ¿cuándo la diversidad de creencias y la heterodoxia han sido obstáculos para no ser un cristiano verdadero?

Claro, la ortodoxia cristiana en turno no tomaría como ‘cristianismo verdadero’ a su correspondiente heterodoxia en turno, pero eso ha sido precisamente un rasgo perenne en la historia del cristianismo como conjunto polifacético de ideologías religiosas –a decir por la historia y contenido de los textos cristianos antiguos. Es decir, desde afuera de esta multiplicidad de ideologías conocida como ‘cristianismo’, no parece haber otra conclusión más que aceptar la afirmación que cada uno ha hecho de sí mismo: todos son cristianos verdaderos y todos siguen un cristianismo puro. No encuentro razón alguna para impugnarles nada en ese respecto.

Por lo tanto, no hay justificación para acusar a ninguno de ellos por ser realmente un “enemigo de la cruz de Cristo”.

Si con esa acusación se pretende hacer un juicio moral, entonces el asunto de fondo es otro por completo diferente, no un asunto de “pureza ideológica cristiana” sino un asunto que debe pensarse con los conceptos y las teorías de la filosofía moral (ética).

El fenómeno social que representan estos así llamados “líderes” es un objeto interesante de estudio para mí, un fenómeno donde el cristianismo juega un papel relevante. Una parte de su relevancia consiste en que entender mejor a las ideologías cristianas ayudaría a entender mejor algunos hábitos en nuestras culturas, en particular: los mesianismos.

Mesianismo entendido como el abandono y sumisión de la libertad propia, y de la capacidad para pensar propia, para voluntariamente entregarlas a los pies de otro, que también usa el baño esencialmente igual que uno, pero que se le otorga una especie de potestad o superioridad sobre uno. Así, son los que abandonan sus facultades propias, los seguidores, los que edifican a sus líderes mesiánicos. Ya sea Kip McKean o Douglas Jacoby o William Lane Craig o Billy Graham o Joseph Ratzinger o Jim Jones o David Koresh serían simples individuos a no ser por sus fanáticos seguidores; por ejemplo: http://www.kipmckean.com/.

Una amplia reflexión histórica sobre los fanatismos y sobre los mesianismos en las comunidades cristianas contemporáneas implica contemplar, e intentar explicar, los hechos observables en los movimientos religiosos a lo largo de su devenir. Un ejemplo de esos hechos son las escisiones en la historia de los cristianismos y de aquellos movimientos que intentan reavivar algo que quizá nació muerto: el supuesto “cristianismo puro”. Por ejemplo:

www.icimc.mx

www.icmar.org.mx

www.kipmckean.com

icoc.org

Las escisiones han sido comunes en la historia de las comunidades cristianas desde sus inicios. Un factor causal de esas escisiones son los textos que tales comunidades toman como base para sus creencias y para su ambiente moral específico. Es decir, el contenido mismo de los textos no representa un cuerpo unificado y de integridad conceptual sino un conjunto diverso y discrepante de múltiples ideologías religiosas. Esos textos contienen múltiples capas superpuestas de significados añadidos a lo largo de sus no pocos siglos de historia textual. Entonces, en parte, las comunidades cristianas se escinden porque sus textos fundacionales están escindidos de origen. Cuando las comunidades cristianas –o sus líderes, en realidad– toman sólo fragmentos de sus textos entonces están tomando, sean conscientes o no de ello, el camino de la escisión.

Tan sólo, por ejemplo, la idea de “Palabra de Dios” refiere a múltiples significados, hay quienes afirman que corresponde al texto mismo, otros niegan eso y afirman que corresponde con una de las personalidades de Jesucristo, otros niegan lo anterior y afirman que corresponde a lo que dicte la tradición interpretativa dominante, etc.

Otro ejemplo de una idea con múltiples significados es la idea “Reino de Dios”. Las explicaciones, desde su esquema general hasta sus detalles, varían en función de la teología de cada comunidad cristiana. Por ejemplo, algunas teologías afirman que el “Reino de Dios” es igual a una iglesia o congregación particular de cristianos, pero esa afirmación es muy problemática si se toma de manera literal pues, según algunos textos bíblicos antiguos, en el “Reino de Dios” ya no hay dolor ni enfermedad ni sufrimiento ni muerte, y dado el hecho histórico de las escisiones en las iglesias cristianas, entonces tal afirmación se derrumba por incongruente.

Después de más de veinte siglos de escisiones en la historia del cristianismo, quizá pueda justificarse la conclusión de que nunca ha existido un “cristianismo puro” ni unificado. El proyecto para lograr “pureza ideológica” en el cristianismo es un proyecto fallido. Un proyecto con resultados trágicos si consideramos el nivel de cerrazón que suele provocar en las personas que lo emprenden.

Thursday, May 22, 2014

Sobre el crecimiento espiritual humano

¿Qué es un texto antiguo, como la Biblia, en la tradición judeocristiana, o La República, de Aristocles en la tradición grecolatina? ¿Cómo se puede leer tal texto de una manera responsable y adulta? El caso de la Biblia, por su mayor popularidad, es un caso donde esas preguntas son especialmente relevantes. El conjunto de papiros, pergaminos y códices de la Biblia representan un caso muy difícil para leer con plena responsabilidad, debido a la gran aceptación y por el alcance de su influencia en tantos asuntos en las sociedades occidentalizadas. Un lector responsable está obligado a tener amplia consciencia de sus interpretaciones y está obligado a dar cuenta por las consecuencias de sus descuidos al explicar o declarar el sentido del texto.

Por ejemplo, los métodos de interpretación literal se enfrentan a múltiples problemas e incongruencias de muy difícil solución pues asumen como real la escena donde los personajes del texto hablan y se comunican en español como si tuvieran presencia inmediata y actual, mientras que tales textos tienen una muy larga historia de más de dos mil años, y han sido sujetos de muchos y enormes intereses de variados tipos, no sólo religiosos y teológicos sino también sociopolíticos y económicos.

Las enormes inclinaciones de ánimo para que los textos apoyaran tal o cual perspectiva local, repetidamente a lo largo de los siglos, hacen de la labor interpretativa un ejercicio intelectual de formidables proporciones. De ahí que abrirse paso por los antiquísimos textos bíblicos demanda el desarrollo incesante de todo tipo de facultades intelectuales relacionadas con la lectoescritura. El desarrollo de tales facultades hace de la lectura crítica de la Biblia un medio para ampliar aquello que podría justificadamente llamarse ‘crecimiento espiritual humano’, sin importar cualesquiera dogmas religiosos se acepten o se dejen de aceptar.

Por la década de 1920, muchos pensadores críticos se enfocaron en el ejercicio de la crítica textual; tanto la crítica menor, que estudia la autenticidad de manuscritos disponibles, como la crítica mayor, preocupada por la historia literaria de los autores así como sus posibles propósitos e intenciones. Uno de esos pensadores fue Albert Schweitzer, que investigó a fondo la pregunta de hasta qué punto contamos con las palabras realmente escritas, dictadas o encomendadas por los autores bíblicos más antiguos.

«The Quest of the Historical Jesus» por Albert Schweitzer.