Wednesday, October 8, 2014

Audiencia y evaluación teórica

Las contribuciones de los especialistas en ecdótica y en crítica histórica, decía, son variadas y en ocasiones no concluyen lo mismo para un mismo problema de investigación. Por ejemplo, ante la pregunta de cuál es el orden cronológico en el que fueron redactados los diálogos de Aristocles (Platón) o los libros del Nuevo Testamento o los textos de la Poética de Aristóteles, hay varias propuestas que han resultado de proyectos de indagación independientes entre sí o de proyectos interrelacionados. Las propuestas suelen agruparse por varios criterios según el método crítico utilizado, las presuposiciones iniciales, la tradición histórica de indagación, la gnoseología o teoría del conocimiento en particular que enmarca el proyecto, etc. La relevancia de estas aportaciones no puede ser juzgada sólo por la forma que tenga su conclusión particular sino por otros muchos factores que, en suma, representan un sistema de justificación para lo dicho en la conclusión.

En otras palabras, al decir algo sobre el pasado distante, inaccesible de manera directa, lo importante no es decirlo, pues cualquiera lo hace, sino demostrarlo.

La variedad de respuestas a preguntas del pasado, cada una con su propio sistema de justificación, es un indicio de lo difícil de la tarea. Simplemente no hay manera de saber nada del pasado distante con absoluta certeza pues ese pasado, como objeto de investigación histórica, sólo puede ser interpretado con los ojos del presente, por supuesto.

Asimismo, las aportaciones de los especialistas logran diferentes niveles de certeza o de confianza en sus conclusiones. Ninguno logra certeza absoluta, tan sólo aproximaciones. Una audiencia interesada suele tener una preparación científico-filosófica básica para entonces evaluar las diversas aproximaciones a un tema dado, y así evitar graves tropiezos de perversión interpretativa. De otro modo, sin esa preparación básica, aumenta el riesgo para un lector descuidado de sólo entender lo que sus supuestos ya le decían con anterioridad. Por ejemplo, la cuestión de la resurrección de Jesucristo ha sido investigada desde muchas perspectivas, y lo que pueda concluir una investigación histórico-crítica puede ser muy distinto de lo propuesto por una indagación teológica. Una audiencia informada sabría evaluar cada aportación por lo que es, sin pretender erróneamente que ambos esfuerzos investigan lo mismo.

Así que, si bien los especialistas hacen su trabajo de aproximarse a la verdad de una cuestión, otro trabajo no menos importante es aquel hecho por una audiencia, interesada en la realidad del asunto, para auto-cultivarse y así estar preparada para evaluar el trabajo de aquellos especialistas; pero evaluarlo por lo que es, y no por lo que no es dicho trabajo. Es decir, por ejemplo, una teoría teológica islámica sobre la resurrección de Jesucristo por supuesto que no sería lo mismo que una teoría teológica judía sobre la misma cuestión; así como una teoría histórico-crítica sería una aportación por completo distinta a una teoría católica neotomista, o a una teoría cristiana marcionista, o a una teoría protestante calvinista, o a una teoría cristiana ortodoxa, etc. Lo relevante es saber distinguir entre las formas de una teoría histórico-crítica y las formas de una teoría teológica, pues no son equivalentes ya que no intentan el mismo tipo de aproximación a la verdad de una cuestión.

Sunday, October 5, 2014

¿Qué aportan los especialistas?

En la ocasión anterior aludí a especialistas de la ecdótica o crítica textual o crítica menor, así como de la crítica mayor o crítica histórica, en relación a la lectura de textos, con especial relevancia en la lectura de textos antiguos, como el Nuevo Testamento cristiano. En esta ocasión me pregunto sobre este caso: ¿cuáles son las aportaciones de esos aludidos especialistas en relación al Nuevo Testamento?

¿Por qué el Nuevo Testamento en particular? Porque es un texto muy citado en soporte de todo tipo de opiniones, pero que con frecuencia la cita parece torcerle el brazo al texto para hacerle decir algo que no está ahí. Es decir, el Nuevo Testamento es un texto que suele quedar secuestrado por ideologías fanáticas de unos cuantos en detrimento de la libertad de conciencia de muchos. Intentar apropiarse de un texto antiguo para el uso exclusivo de una sola ideología del presente es deshonrar al texto mismo. Por mucho que les pese a no pocas instituciones religiosas, el Nuevo Testamento no le pertenece sólo al cristianismo, ni siquiera le pertenece sólo a la religión institucionalizada en general, sino a la cultura humana en su conjunto —aunque lo mismo se puede decir de otros textos igualmente secuestrados, como «El Capital» de Karl Marx o «La riqueza de las naciones», de Adam Smith.

Las aportaciones de los especialistas le importarán a quien tenga interés en el Nuevo Testamento por lo que es: un texto antiguo. De hecho, el Nuevo Testamento no es un solo texto, sino muchos textos escritos por autores diversos, en siglos diferentes y con mensajes discrepantes en no pocos casos. De especial importancia para el interesado será indagar sobre los procesos históricos en punga que llevaron a la confluencia del conjunto de textos antiguos que ahora conocemos como Nuevo Testamento.

Las aportaciones de los especialistas en ecdótica y en crítica histórica son sólo puntos de referencia hacia otro aspecto que resulta más pertinente para un individuo hoy ante el Nuevo Testamento: aprender a leer textos antiguos. La lectoescritura implica muchos tipos, grados y niveles de destreza: desde la más básica decodificación de los signos de la lengua nativa, pasando por la lectura de comprensión, la lectura crítica, hasta la lectura e interpretación sintópica de papiros o pergaminos en griego koiné, latín clásico, o alguna otra lengua del pasado distante. Han transcurrido más de 30 siglos de cultura textual articulada y hoy hay más medios que nunca para mejorar nuestra destreza lectoescritora, por lo cual un humano adulto hoy no debe tropezar pensando que un conjunto de manuscritos de entre 15 y 20 siglos de antigüedad y compuestos en griego koiné, como lo son el conjunto llamado Nuevo Testamento, representen un mensaje personal dirigido al individuo de hoy en particular; mucho menos si se trata tan sólo de una exégesis redactada en un idioma contemporáneo y basada en discrepantes copias de un original ya perdido en las arenas del tiempo, lo cual es el caso del Nuevo Testamento contenido en una Biblia adquirida en una librería cualquiera.

Las aportaciones de los especialistas son muy diversas y, por supuesto, no todos llegan a las mismas conclusiones, ni siquiera a conclusiones definitivas que apoyen un solo tipo de ortodoxia; por el contrario, muchas preguntas permanecen abiertas en relación a temas básicos del cristianismo, los debates entre especialistas siguen siendo actuales y más controvertidos que nunca. ¿Fue Jesucristo un personaje histórico o sólo parte de una narrativa mítica?, ¿fue Jesucristo divinizado por sus seguidores después de su muerte o fueron los escribas de final del siglo I quienes pusieron exageradas frases en boca de un mero personaje literario?

Las aportaciones de los especialistas conllevan no poco trabajo y dedicación, a eso se dedican para vivir, y de la calidad y del sustento de estas aportaciones depende su profesión y, por tanto, depende la manutención propia y familiar. No podrían mantenerse en su profesión si publicaran disparates injustificados. Es decir, hay muchas razones por las que tienen especial cuidado de publicar no meras opiniones dichas a la ligera sino información confiable justificada que pueda someterse a riguroso examen crítico. Ciertamente, alguien interesado en el Nuevo Testamento por lo que es debe aprender a ejercer ese tipo de examen sobre las aportaciones de los especialistas.

Pero entonces, ¿importan esas aportaciones o no importan? Eso seguiré preguntando en la siguiente ocasión.