Saturday, September 3, 2016

¿Qué es la crítica textual?

La crítica textual es una disciplina filológica* que estudia los fines y los medios de la edición de textos. La crítica textual también se llama «ecdótica» o también «crítica menor». La ecdótica es diferente de la crítica mayor o alta crítica, la cual es una disciplina historiográfica orientada por un método de indagación llamado histórico-crítico.

*la filología es la ciencia que estudia una cultura tal como se manifiesta en su lengua y en su literatura, principalmente a través de los textos escritos.

La ecdótica es una práctica muy diferente a la crítica literaria. La ecdótica se ocupa de qué ha sido escrito y cómo se explica históricamente la existencia del texto, no se ocupa de qué significa eso que ha sido escrito ni del porqué un método de interpretación sería más adecuado que otro para determinado contexto. Es decir, la ecdótica determina la medida en que es posible conocer las palabras que realmente fueron escritas de origen por el autor, cuáles palabras fueron escritas en ediciones posteriores del mismo autor y cuáles palabras fueron omitidas o agregadas por copistas o editores en el tiempo.

Quien hoy en día ejerce la ecdótica determina cuáles palabras pueden ser impresas para la publicación de obras cuyos manuscritos originales se han perdido en el tiempo, o se cuenta con múltiples ediciones del mismo autor, o sólo se cuenta con diversas y discrepantes copias del original —copias que quizá hayan sido hechas a lo largo de varios siglos y en contextos históricos diferentes.

Quien ejerce la ecdótica no propone ninguna interpretación en particular de un texto. Otros profesionales, de diversas disciplinas, dependen de los resultados de la ecdótica para entonces interpretar un texto y proponer lo que podría ser algún significado del mismo. La ecdótica no es hermenéutica. La hermenéutica es la disciplina de la interpretación, y tiene su propio desarrollo y ámbito de competencia –los cuales son independientes de los de la ecdótica, aunque relacionados por razones evidentes.

Mauricio Beuchot explica, en su obra Perfiles esenciales de la hermenéutica, que la hermenéutica trata de comprender los textos, «lo cual es —dicho de manera muy amplia— colocarlos en sus contextos respectivos. Con eso el intérprete los entiende, los comprende, frente a sus autores, sus contenidos y sus destinatarios, estos últimos tanto originales como efectivos.» La hermenéutica –aclara Beuchot– nos muestra una cara múltiple, con gran diversidad de planteamientos, desde el extremo de la univocidad hasta el extremo opuesto de la equivocidad. Tanto hay hermenéuticas bíblicas como también hay hermenéuticas filosóficas, teológicas y literarias. Las disciplinas hermenéuticas abarcan un enorme y diverso panorama que incluye, por ejemplo, a las tres ciencias de la literatura: Historia de la literatura, Teoría literaria y Crítica literaria.

La ecdótica es uno de los cimientos más importantes que sostienen a las disciplinas hermenéuticas. Ver también, por ejemplo: ¿Para qué la ecdótica?, La práctica ecdótica.

Otras distinciones relevantes para pensar más:

Crítica textual vs Crítica literaria

Ecdótica vs exégesis

Filología vs hermenéutica

Hermenéutica vs exégesis

Gimnasia vs magnesia

Unívoco vs equívoco

Friday, August 26, 2016

Historia e interpretación

¿Cómo podemos conocer la realidad histórica de algo que sea importante? Si quisiéramos contar con conocimiento confiable de algo que supuestamente ha ocurrido en siglos pasados y en lugares distantes, ¿qué haríamos?, ¿cómo saber?

¿Cómo funcionan los estudios históricos? ¿Es posible establecer una “realidad histórica” más allá de una especulación argumentada basada en evidencia documental? Si todas las narraciones en esa base documental coinciden, entonces eso no es verificación de “la realidad histórica” del asunto, sino sólo que la especulación más probable aún no ha sido refutada. Por otro lado, si las narraciones no coinciden, entonces ¿cuál sería la narrativa más digna de confianza o debe ponerse en tela de juicio toda la base documental?

Mi interés en la reflexión histórica proviene del asombro que me provoca esa colosal pregunta: «¿De dónde venimos?» —por supuesto, no se puede saber con certeza sino sólo podemos intentar aproximaciones teóricas. La clave del asunto, entonces, está en mejorar nuestra destreza para evaluar teorías históricas.

Por ejemplo —con intención controversial—, se dice que algunos textos bíblicos son históricos; supuestamente uno de ellos es el texto llamado Hechos de los Apóstoles. ¿Describe alguna realidad histórica? Pero, ¿qué se puede concluir de las narrativas disímiles de un mismo hecho: la conversión de Pablo? Relatadas supuestamente no sólo por testigos oculares sino por el mismísimo Pablo en los versos 9:1-19 y de nuevo en el capítulo 22 y luego en el 29. ¿Cómo y por qué se constatan tantas variantes de un mismo hecho supuesto narrado por la misma persona involucrada?

Anselmo, el así llamado ‘padre’ de la escolástica, sugiere que primero se establece la fe —claro, se refiere a su particular tipo de fe católica— y sólo así se puede llegar a un entendimiento. Además sugiere que el sentido inverso nunca será posible; es decir, que no es posible entender una teología católica sin primero contar con la firme base de la fe católica particular. Tal sugerencia, por analogía, corresponde al papel que juega la teoría cuando un científico intenta explicar un fenómeno natural; es decir, no es posible hacer una interpretación consciente de un hecho experimental sin antes considerar la base conceptual sobre la que se apoya tal interpretación.

Una diferencia, por supuesto, es que Anselmo no está dispuesto a cuestionar su fe, mientras que el científico tiene conciencia de que la relación entre teoría y experimento no es unidireccional, sino que el experimento puede afectar a la teoría.

Así que poner a la ‘fe’ como respuesta final ante toda pregunta o indagación crítica sobre los manuscritos antiguos de las tradiciones judeocristianas no es otra cosa que una pésima forma de escolástica, i.e., filosofía de la escuela.

Sunday, April 24, 2016

¿Qué significa “estudiar la Biblia”? – Parte 2

¿Qué es la Biblia? ¿Por qué es importante esa pregunta? ¿Es importante sólo para los judeocristianismos o también lo es para una persona en búsqueda de una mayor conciencia histórico-crítica de su sociedad? ¿Cómo es la Biblia diferente de, por ejemplo, el Bhagavad Gita, o el Corán, o cualquier otro conjunto de textos antiguos? Y, quizá una de las preguntas más relevantes, ¿para qué sirve la Biblia?

Por fortuna, la Biblia no tiene dueño, sino que es del dominio público; es decir, nadie tiene el derecho exclusivo de monopolizarla. Eso significa que las personas, cualquiera, o cualquier institución, tenemos libertad para usarla, copiarla, representarla e incluso editarla. ¡Cualquiera podría corregirle la plana a quienes hayan sido los autores!

De hecho, justo eso es lo que ha ocurrido muchas veces: los editores de la Biblia se han tomado todo tipo de libertades desde hace veinte siglos y han hecho pública la versión que les ha parecido más conveniente para sus intereses. Tanto es así, en los hechos, que quizá una parte de la respuesta a la última pregunta del párrafo inicial sea: para editarla.

Por supuesto, lo primero que hay que impugnar es si “cualquiera” puede realmente “corregirle la plana” a esos textos antiguos. No cualquiera, claro, lo puede hacer de manera responsable y con plena conciencia de lo que hace. Aun así, muchos, muchos, a lo largo de veinte siglos se han considerado aptos para editar los textos de la Biblia. ¿Quién lo ha hecho, cuáles fueron las ediciones, cuándo fueron hechas, por qué razones, para qué?

Un grave tropiezo sería tomar la práctica común de la edición de textos bíblicos como si fuese un acto de manipulación o algún tipo de conspiración en contra del indefenso e inerme público en general. El tropiezo estaría en suponer acríticamente que el objetivo principal de cada edición haya sido hacer público algo que es falso: una mentira. Hay múltiples y variadas razones detrás de las ediciones o enmiendas o adaptaciones a la Biblia. Un ejemplo muy básico de esas razones ha sido poner esos textos a la disposición de personas que somos analfabetas en hebreo, o griego koiné, o copto, o siriaco, o cualquiera de los idiomas en que fueron escritas las múltiples copias bíblicas existentes.

La Biblia, como conjunto de textos antiguos, ha sido objeto de enormes intereses históricos, religiosos, políticos, sociales, económicos, filológicos, etc., a lo largo de muchos siglos. La complejidad que gira alrededor de esas diversas inclinaciones hacia la Biblia, así como la complejidad del contenido mismo de dichos textos antiguos, ha sido también otra razón de interés por parte de no pocos estudiosos.

En círculos religiosos populares se escuchan todo tipo de afirmaciones acerca de las ediciones o enmiendas o adaptaciones en los textos bíblicos; por ejemplo, que ninguna enmienda modifica ninguna de las creencias centrales de algún judeocristianismo en particular. Tal afirmación refleja más una reacción emocional que una conciencia histórico-crítica del asunto. Tal afirmación es imprudente —por no decir insulsa y fanática— en la medida en que desaliente el examen crítico del asunto. Por el contrario, quien esté realmente interesado en la Biblia —y no en mantener prejuicios—, hace bien en investigar por cuenta propia cómo pensar críticamente y cómo aplicar tal facultad básica a la lectura de los textos antiguos de la Biblia.

Por fortuna, dichos textos están cada vez más disponibles para los interesados. Incluso en páginas públicas en Internet; por ejemplo: http://www.earlychristianwritings.com