Wednesday, November 29, 2017

Sin palabras de origen

Si los manuscritos autógrafos se han perdido en las arenas del tiempo y los textos “originales” ya no existen, sino que sólo nos llegan copias de copias de copias de copias de copias, de traducción de traducción de traducción de traducción, entonces ¿en qué sentido podemos decir que sabemos, por ejemplo, lo que pensó Aristocles (Platón) o Eurípides o lo que pensó el autor anónimo al que se le atribuye la composición escrita del evangelio neotestamentario de Juan?

Las aproximaciones críticas a esos textos antiguos guardan los rasgos de una incertidumbre articulada; es decir, entre otras cosas, se elaboran con esmero las distinciones pertinentes entre lo que sí o no se puede decir de manera justificada.

Por supuesto, hay otros tipos de aproximación a dichos textos antiguos que también pueden ser aproximaciones edificantes. Por ejemplo, aproximaciones devocionales, poéticas, teológicas, literarias, etc. Cada una con su propio conjunto de sistemas pertinentes de interpretación.

En cualquier caso, una interpretación edificante no tropieza con los excesos de una certidumbre desarticulada y obcecada. En el caso de los textos neotestamentarios, por ejemplo, tal es aquella posición que en el fondo afirma saber algo que no se tiene manera de conocer: con la bandera de la “confianza en Dios” se afirma saber que una voluntad en un supuesto ámbito sobrenatural determinó un propósito a los hechos históricos y que, a pesar de tales hechos, guardó dicho propósito a lo largo del trascurrir de los siglos.

Podría ser ese el caso; sin embargo, a decir de la abundante evidencia, no se guardó ningún propósito a las claras; es decir, no ocurrió ningún milagro por el cual los manuscritos autógrafos fuesen conservados, sino que se perdieron. Por lo cual también está en duda el milagro de la supuesta “inspiración divina” por medio del cual los autores llegaron a conocer las palabras que escribieron —las cuales, precisamente esas palabras escritas de origen, son las que no se conservaron por ninguna acción sobrenatural.

Además, si tomo a la fe como una forma de confianza, entonces precisamente no hay bases para justificar semejante confianza. Es decir, podría ser un grave error teológico insistir en que ocurrió una acción sobrenatural como ‘determinar’ o ‘guardar’ cuando no hay bases para tal insistencia.

Saturday, October 14, 2017

Lectoescritura y judeocristianismos

Si tiene usted algún interés, amable lector, en la diversidad de judeocristianismos, y es usted dado al examen crítico, a la reflexión y a la retrospectiva, entonces convendrá usted en la relevancia que tienen en el asunto las habilidades superiores de lectura. Me refiero al asunto de entender esa diversidad a lo largo de los siglos. Me refiero, también, a la habilidad para lograr una interpretación justa, balanceada, sobria a partir de un texto escrito.

Los judeocristianismos son fenómenos histórico-sociales, muy relacionados con antiguas tradiciones religiosas textuales; es decir, son fenómenos religiosos basados en la lectura y en la veneración de determinados textos –incluso algunas veces referidos como «textos sagrados» o «sagradas escrituras».

Analizar el acto de lectura y de interpretación de textos es, pues, una actividad requerida para entender tal diversidad de judeocristianismos.

¿Qué es leer un texto? Entre muchas otras consideraciones, se toma en cuenta que existe una intención del autor y también existe una intención del lector. Ambas, por separado y cada una en su propio contexto, son relevantes para intentar una aproximación al significado del acto de lectura.

Por ejemplo, un acto de lectura hecho durante el segundo siglo de la Era Común no es el mismo acto de lectura ocurrido hace quince días –aun cuando supuestamente se trate de un mismo texto. En este ejemplo, para iniciar, sabemos que el texto no es el mismo y el lector no es el mismo y sus contextos son muy distintos: lo que tenemos hoy es una copia del texto y el lector no podría tener una edad, digamos, mayor a 150 años.

Un análisis de la diversidad de judeocristianismos requiere considerar la pregunta sobre la habilidad lectora de quienes en diferentes épocas históricas han leído determinados textos de dichas tradiciones religiosas. En no pocos casos tal habilidad fue muy precaria y eso es determinante para un entendimiento más realista de los hechos sociales relativos a los judeocristianismos. Por ejemplo, con frecuencia no pocos lectores de siglos posteriores torpemente creyeron que el autor se dirigía a ellos, cuando en realidad el autor dirigió su mensaje a una audiencia en un contexto distinto al contexto del lector posterior.

Wednesday, July 5, 2017

El alfabeto griego

El alfabeto griego es relevante para el análisis histórico-crítico de textos antiguos. Una razón es que ese es el alfabeto de la lengua en las copias manuscritas más antiguas que están disponibles en el presente. Ya sea de la antigüedad griega clásica como de la antigüedad judeocristiana —las cuales son dos de las corrientes culturales más influyentes en las culturas occidentalizadas del presente. Por ejemplo, tanto las tragedias de Esquilo como todo el Nuevo Testamento judeocristiano nos llegan al presente en ese alfabeto.

Indagar la historia de estas corrientes culturales y sus textos antiguos es relevante para cualquiera que busque desarrollar una madurez tanto intelectual como emocional. Tal indagación se justifica tan sólo por ser un ciudadano con un mínimo de conciencia de que sus valores, creencias y hábitos, su cosmovisión, son seguramente resultado no de una decisión propia sino de procesos culturales a su alrededor. La conciencia histórico-cultural de uno mismo, como individuo, es algo tan importante que no puede dejarse en manos de prelados jerárquicos, ya sean religiosos o seculares.

Por ejemplo, ¿qué dice Aristóteles sobre la así llamada «filosofía primera» y cómo eso guarda, en los hechos, una relación directa con la que creo es “mi” cosmovisión actual? ¿Cuáles son las interpretaciones justificables, en la diversidad de judeocristianismos, de la noción de «Palabra de Dios» que se han aceptado en la historia de la Humanidad desde hace dos mil años y cuántas veces se menciona tal noción en las copias manuscritas disponibles de las tradiciones textuales del Nuevo Testamento?

Saturday, February 25, 2017

Lectoescritura y ecdótica — Parte II

Un hecho filológico es que existen múltiples copias manuscritas antiguas del llamado evangelio canónico de Marcos. Pero no todas esas copias son exactamente iguales. Hay muchas diferencias menores que no tienen importancia. Sin embargo, hay algunas diferencias que no pueden descartarse como insignificantes pues simplemente no son diferencias menores. Un ejemplo notable está en el mismísimo primer versículo.

En muchas copias manuscritas se lee en griego koiné:

ρχ το εαγγελίου ησο χριστο.

En castellano actual:

«Principio del evangelio de Jesucristo.»

En otras muchas copias manuscritas se lee en griego koiné:

ρχ το εαγγελου ησο Χριστο υο θεο.

En castellano actual:

«Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios»

No hay manera de saber cuál copia manuscrita es la más cercana a lo escrito originalmente por la mano del autor —quienquiera que haya sido el autor, pues el texto es anónimo; la atribución a alguien llamado Marcos ocurrió siglos después de la composición del texto—, tan sólo se pueden hacer especulaciones teóricas sobre la posible redacción autógrafa.

El hecho ecdótico es que hay muchas copias con «Hijo de Dios» y muchas otras sin esas palabras. No parece una diferencia menor pues las implicaciones son enormes para preguntas básicas como ¿quién fue Jesús?, ¿qué se creía de Jesús en las comunidades antiguas que hicieron las copias con esas palabras, y qué se creía en las comunidades que hicieron las copias sin esas palabras?

Sunday, February 5, 2017

Lectoescritura y ecdótica — Parte I

El humano es un ser social —aun el ermitaño anacoreta se dedica a la contemplación y a convivir consigo mismo. Una vida humana saludable incluye una perenne serie de encuentros, desencuentros y reencuentros con los semejantes —sean cercanos o remotos. La lectoescritura personal y privada también es una manera de socializar, de encontrarse con otros —sean cercanos o remotos en el tiempo.

Similar a lo escrito por Nicolás Maquiavelo —uno de los renacentistas más malinterpretados—, también me ocurre, a la hora del día para el tiempo personal, un tipo de entusiasmo por llegar a mis compromisos sociales con personas remotas, a través de la lectoescritura personal y privada. Si el ejercicio de la lectoescritura es un diálogo —como dicen algunos literatos y antropólogos—, entonces un diálogo con Bertrand Russell, o con Karel Kosík, o Mario Bunge, o Hans Küng, o Denise Dresser, o con Lev Tolstói, etc., no puede más que ser algo muy emocionante.

Bien por ese entusiasmo, cavilo, en tanto esté acompañado del tipo de prudencia que involucra cada nivel de lectoescritura. No es lo mismo leer el periódico de hoy que leer el resultado a la fecha del devenir histórico de algún texto escrito en un pasado remoto.

Por supuesto, lo técnico y lo lego también se aplica para la lectoescritura. Se requiere un conjunto distinto de destrezas para interpretar lo dicho en un encuentro presencial y casual que para interpretar un texto de hace cinco, cien, quinientos o dos mil años. Si las diferentes habilidades de lectoescritura ofrecen diferentes niveles de intelección, entonces un mismo texto puede ser releído e interpretado de múltiples maneras y con diferentes grados de profundidad.

Por ejemplo, si leyera alemán académico del tiempo entre 1781 y 1787, años de la primera y segunda edición de la «Crítica de la razón pura», entonces podría leer los manuscritos originales de Immanuel Kant —dado el acceso a tales manuscritos autógrafos. En tal caso lograría una interpretación de ese texto distinta a otra interpretación lograda si sólo puedo leer una traducción directa del alemán académico de esa época al castellano actual. Es decir, si desconozco el alemán académico de esa época, entonces no puedo leer la obra de Immanuel Kant, sino una obra distinta: la traducción al castellano actual a partir de las ediciones iniciales. ¿Cómo saber si ambas interpretaciones son equivalentes? Para sopesarlo se requiere conocer ambos idiomas, cada uno dentro de su propio contexto cultural: el alemán académico de esa época y el castellano actual. De esa manera se lograría una representación justificada de lo dicho en el alemán académico de aquella época, la cual podría contrastarse con la representación hecha a partir del castellano actual. Para la mayoría de nosotros hoy, tan sólo tendremos oportunidad de aproximarnos a las obras traducidas a un idioma contemporáneo, sin tener nunca acceso directo a lo perdido durante el proceso de traducción.

Por fortuna es posible tomar algo de conciencia del proceso de traducción; por ejemplo, al considerar las aproximaciones de esfuerzos filológicos sobre algún texto antiguo. En particular los esfuerzos en ecdótica, o crítica menor, que indaga preguntas como: ¿cuáles pueden ser las palabras originales escritas por la mano del autor? Un esfuerzo concienzudo de traducción suele partir de ese tipo de aproximaciones; incluso al traducir la misma lengua pero de contextos culturales distintos en tiempo y geografía. Claro, esas aproximaciones no están libres de dificultades textuales que quedan registradas en el llamado «aparato crítico» del texto en cuestión. Si el aparato crítico registra ambigüedades, entonces el traductor podría agregar anotaciones al respecto en el texto traducido para advertir al lector, pero no todos los traductores lo hacen. Algunos traductores incluso ignoran por completo la existencia de un aparato crítico.

En una siguiente ocasión daré ejemplos de diferencias textuales en la traducción de escritos de Bertrand Russell, Mario Bunge y el evangelio de Marcos en el canon del Nuevo Testamento. Así como algunas implicaciones de tales diferencias.